GRUPO
VIDA INFANTIL
LAS
PRIMICIAS
Marta era
muy aficionada a las flores y las plantas. Al ver el interés de ella, su padre
le había concedido un pedazo de terreno en el jardín de su casa para que ella
lo cultivase. Su hermano Pepe de vez en cuando la ayudaba a sacar las malas
hierbas. ¡Con qué ansias esperaba la cosecha de las verduras y las frutas que
había sembrado!
FRESAS
MADURAS
Un día Pepe vino
corriendo en busca de Marta. En las manos llevaba algunas fresas maduras.
Quería pedir permiso a su hermana para comérselas. ¡Se le hacía agua la boca al
mirar las hermosas frutitas rojas! –¡Marta, Marta! He recogido las primeras
fresas maduras. ¡Vamos a probarlas! Pepe estaba por metédselas en la boca
cuando Marta lo detuvo. Con toda seriedad dijo: –No podemos comer esas fresas,
Pepe. Es el primer fruto maduro de nuestras plantistas. –Y ¿qué? Con mayor
motivo podemos disfrutar de ellas. Yo me las como. –No, no. Son las primeras
fresas, y... –Y... las fresas deben estar bien ricas –dijo Pepe, dando vueltas
con la lengua por los labios.
LA
PRIMERA COSECHA
Pepe se
quedó con las ganas de comer las ricas
frutitas. Él
no podía comprender la importancia de dar
la primicia,
el primer fruto, al Señor; pero tuvo que
ceder ante
la decisión de Marta porque el terreno y las
plantas eran de ella.
FRESAS
De mala gana
Pepe puso en una fuente las fresas
que había
recogido y fue con Marta a buscar más fresas
maduras.
Juntos fueron a la casa de Dios para
ofrecer las
fresas y con alegría se las entregaron a nuestros pastores ellos se alegraron
cuando vieron ese gran gesto tan bello de marta.
Marta y Pepe
volvieron felices a casa. Otro día ellos
comerían
fresas. Ahora tenían la alegría de haber compartido
el primer
fruto de la huerta lo mejor de todo era que sentían en su corazón que el Señor
había aceptado la ofrenda.
Días después
Marta aprendió un versículo de la
Biblia que
habla de las primicias. Apréndelo tú también.
Leer proverbios 3:9
TU PRIMICIA
No todos
tenemos un jardín o un huerto de donde
ofrecer
primicias al Señor. Pero todos alguna vez recibimos
dinero como
propina o como pago por un trabajo.
Antes de
pensar en cómo gastarlo, demos una parte
al Señor.
¿Darás tu primicia? Llevarla a la iglesia.
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